INQUEBRANTABLE

Foto: Womanizer WOW Tech / Adobe

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Faltaban dos meses para despedir 2019. Bárbara Sacché, estudiante k’iche’ de Administración de Empresas, decidió romper el silencio que escondían sus primeras publicaciones en Tik Tok. A sus 22 años, grabó, por primera vez, un vídeo sobre cómo padece el racismo desde su niñez. Y, a partir de ese momento, amplificó su voz.

@barbara_sacche – Estoy orgullosa de ser Indígena 🇬🇹 es cierto, no todos son así… las personas buenas son más 💕 #parati #guatemala #foryyour Ver vídeo en TikTok.

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“Yo me avergonzaba de ser maya y me preguntaba por qué no nací en otro lugar. Pero eso cambió cuando dije: ‘Bueno, basta’. Comprendí que yo no tenía un problema, sino que el problema está en quienes aún no entienden que no está mal ser indígena”, expone.

En 2020, un año convulso y de confinamiento, la universitaria saltó al ojo público por compartir mensajes antirracistas en plataformas digitales. Sus ideas trascendieron las fronteras del país: sumó más de 60 mil seguidores internacionales en Tik Tok y medios como AJ+, con alcance en toda América Latina, replicaron su contenido.

“Sé que uno se expone en las redes sociales. Puedo aceptar críticas de cosas insignificantes como mis bailes, pero no de quién soy. Cuando recibí ese tipo de comentarios decidí concientizar sobre el tema. Casi la mitad de los guatemaltecos somos indígenas”, dice la joven proveniente de Malacatancito, Huehuetenango.

Población por pueblos en Guatemala

Fuente: elaboración propia con base en datos del XII Censo Nacional de Población y VII de Vivienda (2018)

El activismo digital de Sacché no fue el único que creció durante los meses de la COVID-19, el movimiento Black Lives Matter (BLM), la muerte del guía maya Domingo Choc y la etiqueta #GuateRacista. Sara Currruchich, una cantautora nacida en Chimaltenango que triunfa con su música kaqchikel dentro y fuera del país, también está liderando una cruzada para erradicar los comportamientos racistas en internet.

En abril, la artista de 27 años creó una serie de conversatorios en Facebook e Instagram bajo el título Tzijonïk-Tejiendo Palabras, que promueve el diálogo sobre la discriminación étnico-racial y otros fenómenos sociales. Hasta septiembre de 2020, Curruchich produjo 22 charlas con invitadas como la antropóloga Velásquez. Para efectos de este reportaje, en ese último mes también se detectaron otras tres conferencias en medios digitales organizadas por oenegés, como la Comisión Internacional de Juristas.

Para Curruchich, las iniciativas deben ir encaminadas a dos objetivos: visibilizar y castigar el racismo enraizado en el país, contrario a la actitud que percibió de la Fiscalía de Derechos Humanos cuando ella misma denunció un hecho discriminatorio el 10 de febrero de 2019.

“Acudí a denunciar una publicación racista, pero al final la desestimaron. Quien me atendió dijo: ‘¡Pero estos casos nunca avanzan!’ Tenía una disposición de aburrimiento. Y yo pensé: ‘Ay no, ¿qué hago aquí?’. No me sentí acompañada. No hay una justicia real. Ves folders, expedientes y números, pero quedan estancados”, cuenta.

Según la Codisra, quienes más denuncian discriminación étnico-racial tienen entre 31 y 40 años. En contraste, varias de las voces digitales contra el racismo tienen un poco más de veinte años. (Foto: Streetflash)

Aunque las sentencias penales permanecen inalcanzables, la esperanza de sancionar el racismo de Curruchich se presenta como una realidad en las redes sociales. En los últimos cinco años, algunas denuncias que los funcionarios de justicia no pudieron abordar se resolvieron de manera pública gracias a la condena de la opinión manifestada en las plataformas digitales.

Bayron Paredes Tiul, defensor de los Pueblos Indígenas del PDH, confirma este fenómeno. Comenta que, frente a la inacción del MP, coordina estrategias con la Codisra para que los señalados de actos racistas ofrezcan disculpas o entreguen resarcimientos simbólicos a las víctimas.

Creo que al MP le hace falta interpretar hasta dónde llega ese dolor y lo que causa la discriminación. Hay que analizar dónde impacta en el corazón, como dirían las personas que llegan con nosotros , dice el defensor Paredes.

Uno de los casos más emblemáticos fue el del rapero Fernando Reynoso, conocido como Mr. Fer, que tuiteó “Sí hubo genosIndio” el 10 de mayo de 2015, en el aniversario de la primera sentencia por genocidio contra el exjefe de Estado, Efraín Ríos Montt. La Codisra obligó al músico a retractarse en una rueda de prensa y a borrar el tuit. “No al racismo, es una lección aprendida”, declaró el cantante.

Desde entonces, en internet se ventilaron otras dos críticas por actos considerados discriminatorios que obligaron a sus protagonistas a, por lo menos, ofrecer disculpas.

Presiona clic en cada imagen para conocer el caso.

Pero el arrepentimiento no llega siempre. En abril de 2020, Sandy Méndez, conductora del canal TV Azteca en Guatemala, publicó un vídeo en Tik Tok en el que, junto a su colega Titi el Ducke, se viste con indumentaria maya para hacer comedia. Curruchich, al igual que varios internautas, señalaron la carga racista de la grabación. Luego del escarmiento público, la comunicadora retiró el vídeo y nunca admitió los señalamientos de racismo.

Mientras las instituciones del Estado se actualizan conforme al momento que vive el país y el mundo, las plataformas de internet continuarán como el canal más eficiente para detener la mentalidad racista en el país. Una muestra la dio la Colectiva de Mujeres Mayas Tuxinem, la cual denuncia en sus redes sociales comentarios discriminatorios con la etiqueta #AlertaRacista.

El 17 de septiembre de 2020 evidenció al perfil de Twitter @juanpalp, que publicó un día antes que los “indios son la escoria de Guatemala”. El usuario recibió decenas de reproches de varios tuiteros y, como consecuencia de la presión, borró el mensaje.

A criterio de Casaús, el aumento de ese rechazo social al racismo en espacios digitales determinará, en buena medida, el nacimiento de un Estado más capacitado para penalizar la discriminación étnico-racial. “Las leyes van atrás de los movimientos. Las instituciones no cambian si la calle no cambia, pero tarda mucho, sobre todo si el problema es histórico y estructural. Hasta que no haya más crítica, el aparato judicial seguirá igual”, opina.

Sin embargo, la dificultad para alcanzar el cambio no apaga su anhelo. “Lograr que se alineen el sistema penal y la realidad social para reprender las acciones racistas es un camino lento. Pero al final se consigue”, asegura.

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LA PORTADA “RACISTA”

  • En julio de 2017, la revista Look Magazine recibió reproches en redes sociales por “reducir al folclore” a las mujeres indígenas de su portada mensual. Aunque algunos usuarios aseguraron que el diseño no era racista, el medio reimprimió los ejemplares. (Foto: Look Magazine)

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"UN COMERCIO DISCRIMINATORIO"

  • La empresaria María Andrea Flores fue obligada a disculparse en julio de 2017 por nombrar “María Chula” a su tienda de ropa y textiles mayas. La Codisra argumentó que ambas palabras se refieren a estereotipos de mujeres indígenas, contrario a varios internautas que opinaron que no siempre implican racismo. (Foto: Fotos 593 / Adobe)